tranquilo la joderemos por ti


tranquilo papi tu descansa, nosotros tu prole, joderemos a esta coño e madre hasta el cansancio

Comentarios

Acuarela ha dicho que…
Moco (En Memoria) - Cuento de Navidad

Sólo él y yo sabemos de qué estábamos hechos, la sangre que corría por nuestras venas era la misma y una hermandad implícita nos reunía una y otra vez para hacer travesuras. Moco, como así nos decíamos los dos, representaba tal vez el padre que perdí a temprana edad, quizás el hermano, el tío, el padrino que no conocí, por ello le di ese rango a mi hija, para tenerlo cerca en ese espacio. Creo que los momentos más divertidos de mi vida los pasé junto a él y su extensa descendencia, quienes gozaban de nuestras chiquilladas en cada ocasión que nos reuníamos.
De cierta manera, todos sentíamos, hijos o no, como si lo fuéramos. El ambiente familiar le encantaba y en cada día festivo que se aproximaba, siempre tuvo una excusa para juntarnos a todos.
Moco sufría de mal humor cuando jugaba, no sabía perder, y todos nos reíamos de su enfado cuando por alguna razón las cosas no le salían como él quería. Era tan tramposo que ninguno de nosotros le quitaba la vista de encima en cada juego.
Se me alejó temprano, demasiado pronto, me dejó sin diabluras, sin ratos de niñerías sanas. Me dejó sin leyendas y se adelantó, como siempre en un viaje que no nos tocaba. Aún así, sigo pensando que està, que existe, y solo se ausenta por ratos. Hay largos corredores en mi memoria, instantes vividos que recupero cuando le pienso, un eco de sus carcajadas, quizàs. El siempre estuvo en lo alto de la escalera, usando su dedo como invitación a subir y yo, siempre temerosa, le decía reiteradamente que lo esperaba allí, abajo, mientras se burlaba de mi cobardía y yo, reía, solo reía. Creo que pocas veces me llamó por mi nombre verdadero, un apodo, cualquiera, mientras sonase más ridículo, mejor, bastaba para motivo de risas tontas que alegraban a los que por allí andaban.
En aquellos momentos no tenía la sospecha de que partiera primero que yo, jamás lo hubiera imaginado. Saberlo fue como un crujido en las pestañas, una lija en seco, rastrillando la pared en la que ambos nos recostamos tanto tiempo, como ver desmoronarse una pirámide de arena en cuya cúspide siempre estaba su sonrisa… y aquel humor de perros que siempre lo caracterizó. Conocer lo inevitable fue angustia por no haberle dicho todo lo que quise. Sin embargo sé que lo sabe, en mis ojos estaba todo aquello que no me atreví a pronunciar.
Amé ese último minuto en que le estrechaba sus manos, flácidas, inertes, esperando cobijo y compañía, por primera vez vistas indefensas, a la espera del descanso.
Sentirle lejos duele, como dolió aquel día el disimulo porque nadie viera lo pequeño de mis ojos cuando lo sentí librando la última batalla.
Me faltaron cosas por decir, claro que sí, pero las guardè con esmero para nuestro futuro encuentro. Yo sè que dijo cosas con los ojos como que yo no podía faltar jamás a su despedida, y me vestí de fuerte, se doblegaron mis piernas más de una vez y no quise verle hasta el momento final. Entonces, sí pude acercarme y hablarle con mi mente y allí, en reposo, solo lamentó no haberme tocado el trasero en señal de travesura como siempre lo hizo.

Hoy sè donde está, lo siento de a ratos pronunciar mi nombre a lo lejos, darme los ánimos que me faltan, esta vez, desde la escalera más alta. Y créanme, no està al lado de una Virgen, ni de ciegos, ni tampoco cerca de un santo, ni del inclemente, no está en la fila de los mártires, ni de los insobornables. Ya no hace trampa, lo sabe todo, sabe de que lado poner el pie para no caer. Por eso siempre dijimos que ningún adiós es tan dulce como el de todos los días porque no sabemos si vamos a volver.
Muchos cederían todo lo que tienen por ubicar el sitio donde se encuentra, yo no, porque se exactamente donde está. Y ríe ¿saben?

En mi alma quedan balbuceos, sus últimas palabras dichas con coherencia, en todas ellas, la palabra “moco” seguía de protagonista a la conversación y un temblor que apenas podía sostener en mis ojos para evitar que desbordara mi dolor, se convirtió en un adiós momentáneo, leve, donde ambos prometimos que un día volveremos a jugar como entonces.
Arturo ha dicho que…
Coño, me hicieron llorar, pero que bueno te quedo vieja, de verdad que mi papá si sabía echar vaina. Yo estoy seguro que el esta cagado de la risa por allá arriba, de la jodienda que tenemos armada.

Saben que le gustaba a mi papá: la navidad, yo les digo que era él momento que el más disfrutaba.

AA
Acuarela ha dicho que…
Lo se mi niño.. y es el momento en que más lo extraño, Uds. saben que es así.
Pero, donde quiera que esté, él querría esto, esta joda, este sonreir, esta complicidad aunque sea pa joderme a mi jajajaja
besos
MTP

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